22 Sep
22Sep
No pasa un día sin que el presidente colombiano Gustavo Petro salga a denunciar el golpe de Estado que se cierne sobre su gobierno. En paralelo, no pasa un día sin que la prensa hegemónica y la oposición lo ataquen, lo denosten o siembren sospechas sobre su honorabilidad.

El viernes 13, Petro advirtió en su cuenta 
X: “El lunes 16 de septiembre empieza el golpe de las corbatas (lawfare). O muere el presidente o lo tumban. La orden está dada. Creo que vamos a vivir los días de una decisión popular histórica. Si volvemos al pasado de fusilamientos de los jóvenes y del enorme robo del Estado o si nos comprometemos con la democracia, la paz y la Vida”.


Al día siguiente, sábado 14, el mandatario fue aún más contundente. Frente a más de 8.000 personas que escuchaban atentamente su discurso en la 
Universidad Nacional de Colombia, habló del “operativo de la muerte” y ante el estupor de los asistentes, dio detalles aportados nada menos que por la DEA (Administración del Control de Drogas de Estados Unidos) al embajador colombiano en Washington, Francisco Palmieri. El atentado, según dijo el informante, sería antes del próximo diciembre. 


“La idea que tienen es llenar un camión con dinamita y explosivos y con información interna de mis rutinas hacerlo volar a mi paso. Ese es el operativo de la muerte”. aseguró. Cabe recordar, que los atentados fallidos contra la vicepresidenta colombiana, Francia Márquez, su padre y algunos de sus familiares fueron también cuando ellos estaban en tránsito. “Quien pondría la plata desde Dubái continuó Petro- es el dueño de las esmeraldas en Colombia”.

De inmediato, la prensa minimizó la denuncia y amplificó el relato de los legisladores uribistas quienes pusieron en duda la veracidad de las denuncias del presidente y aseguraron, en primer lugar, que se trataba de una “cortina de humo” para esconder deficiencias de su gobierno y luego, que Petro estaba paranoico.

Los ejemplos que prueban una persecución (y atentados) contra el mandatario y su vice Francia Márquez son muchos y, ciertamente, no pueden encuadrarse dentro de los “relatos conspirativos”, sino que son operaciones que buscan derrocar al gobierno del “Pacto Histórico” ya sea a través de un golpe blando; de una maniobra judicial (como la que sufrieron varios de las mandatarias y mandatarios sudamericanos cuyos gobiernos desobedientes pretendían ejercer políticas soberanas) o, incluso, la eliminación física, como el femimagnicidio fallido contra Cristina Fernández de Kirchner

En lo que va de sus dos años de gestión, Petro, el primer presidente progresista de Colombia y el más votado en la historia del país, ya ha atravesado numerosos intentos destituyentes: conatos de sedición de la fuerza pública (militar y policial); paros de camioneros y conductores del transporte público (acompañado de bloqueo de rutas) y denuncias de supuesta corrupción como la encabezada por el fiscal general Francisco Barbosa, quien lo acusa de irregularidades en el financiamiento de la campaña electoral del 2022.

El odio aristocrático

Cada uno de los mensajes de Petro, al igual que sus políticas soberanas, enfurecen a la clase poderosa que ha gobernado desde siempre Colombia. Entre muchas otras transformaciones, el presidente pelea por poner límite al modelo extractivista y minero; por la pacificación completa del país; por imponer una economía sostenible de respeto al medioambiente; por discutir reformas (tributarias, laborales, previsionales, de salud y educación) poniendo en el centro del debate la condiciones de vida de los más vulnerables. Todas metas muy difíciles de alcanzar con un Congreso en el que no tiene mayoría y un asedio mediático-opositor permanente.

Entre las medidas en las que Petro demostró mucho coraje y con la que se ganó varios enemigos son la reforma a los organismos de seguridad y los cambios en los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Las estructuras que vinculaban a militares, paramilitarismo y narcos se vieron sacudidas y las investigaciones de crímenes y violaciones a los derechos humanos de las cúpulas de las Fuerzas Armadas no sólo fueron hechas públicas, sino que Petro pidió disculpas, en nombre del Estado, por ellas.

Su estrategia es decir frontalmente todo y mostrar audacia y principios éticos tanto en política interna como exterior. “Herodes actuando y los gobiernos contemporáneos, diciéndose a sí mismos demócratas, lo dejan actuar”, escribió en su cuenta X en las primeras semanas del conflicto de Gaza cuando los bombardeos de Israel mataban niños, mujeres y ancianos. Herodes, según el Nuevo Testamento bíblico, fue el rey de Judea, vasallo de los romanos, que ordenó “la matanza de los inocentes”.

En febrero de 2024, Petro ordenó suspender la compra de armas a Israel y el 1º de mayo, anunció que Colombia rompía relaciones con ese país. “Hoy la humanidad, en todas las calles, está de acuerdo con nosotros. No puede volver la época del genocidio, del exterminio de un pueblo entero ante nuestros ojos. Si muere Palestina, muere la humanidad y no la vamos a dejar morir”, agregó.

Cortar el vínculo con Israel, con su Fuerza de Defensa y con las empresas armamentísticas dañó a sectores de la derecha que estaban vinculados con ese tipo de economía de guerra.

Otro momento en el que demostró valor y autonomía fue en su primer acto de gobierno, en agosto de 2022, cuando decidió dar un giro de 180 grados a la política exterior colombiana (dependiente de las órdenes de Washington) y retomar las relaciones diplomáticas con Venezuela.

En la actual coyuntura, Petro ha resuelto empoderar a la comunicación alternativa. El pasado 12 de septiembre en la inauguración del foro “Uniendo voces. Encuentro nacional de medios alternativos, comunitarios y digitales”, acusó a los grandes conglomerados mediáticos de querer derrocarlo y de “manipular las mentes de los colombianos para defender los intereses de los grandes empresarios que son sus dueños”. 

Por si quedaban dudas, de inmediato, los nombró uno por uno: “Las familias Santo Domingo, dueñas de El Espectador, Caracol TV y Blu Radio; Ardila Lülle, propietaria de RCN; Luis Carlos Sarmiento, propietario de El Tiempo; y la familia Gilinski, dueña de Semana. El rey es el poder económico, los dueños de los grandes medios de comunicación del mundo son el poder económico”, remarcó.Anunció entonces la “ley de tercios”, una medida sin dudas irritante para el poder real. “El poder reside en la comunicación, y los medios comunitarios, alternativos y digitales son los únicos que, por su magnitud, su trabajo y compromiso con las comunidades, hacen que no se silencie la democracia.

 Es por ello que hoy quiero anunciar que en Colombia tendremos la ley de tercios para la pauta oficial, el 33,3% será para financiar a los medios alternativos pues son quienes llevan la verdad a Colombia y necesitan oportunidades para crecer y florecer.

”Como varios de los líderes sudamericanos que fueron y son gobierno en este siglo XXI, Petro lucha denodadamente para sobrevivir a las fuerzas neoliberales y aristocráticas que buscan sacarlo del camino o, directamente, eliminarlo. La lucha es desigual y en Colombia, por su pasado, la tarea es aún más monumental. Es la hora del pueblo colombiano; es el momento en que su gente hará historia.



EL DESTAPE



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